"Escribo porque es la única manera de hablar, callando."

viernes, 16 de agosto de 2013

El Café de la Ciudad.


Carlitos por Cinthia Rched
Me senté en un banco de la plaza 25 de Mayo, no quería hacerlo pero tuve que sacarme los guantes.
Pensaba en ponerme a escribir esto y empezar el texto con la hora. Me dije 'hace mucho frío como para sacar el celular de la campera', y pensé 'deben ser las 19:58', pero después me di cuenta de que de todas formas debería sacar el cuaderno y la birome, asi que saqué el celular y vi la hora.. 19:58. Sí, estas cosas simples pasan si (no) las buscás.
A las 20:30 tengo un ensayo con los bálticos. A las 16 me encontré con Mise y fuimos a la plaza a tomar mates. A las 18:30 Mise fue a ver a su prima y yo me fui al café a hacer tiempo.
Me senté en una mesa en un rincón, me pedí un cortado mediano y saqué del morral La Broma, de Kundera. Estaban pasando no sé qué música, no presté atención, había poca gente y adentro estaba calentito (afuera hacía un frío que cortaba la cara(hace, de hecho)). Me dispuse a leer, me llevó un rato concentrarme y, mientras lo hacía, escuchaba frases sueltas de los vejestorios habituales que van al café, hasta que uno le dijo al mozo (a uno de los nuevos, aunque éste, biológicamente, es bastante viejo) "vos que sos tan amable y la simpatía es lo que principalmente te caracteriza" (se lo dijo así) "poneme folcklore". El mozo le dió el gusto y puso una sucesión de folcklores hermosos, dos de ellos instrumentales, y ahí me perdí, me zambullí en el libro. Kundera siempre hablando de pasiones, de mentiras, de comunismo, de Praga, de engaños, ideales, piernas largas, mentes cortas, de Teresa que ahora es Helena y yo tengo que aceptarlo, de Tomas que ahora es Ludvik y se parecen bastante. Y ahí estuve un buen rato, pasando por varias páginas, registrando frases que me gustaban a medida que las leía. Ahora me duele el cuello de no haber levantado la vista ni un solo segundo, más que para tomar el café (que rico estaba).
Ahora me estoy dando cuenta de todo el tiempo que estuve ahí, sola, feliz (y triste, hace ya unos días), leyendo, haciéndo que mi cerebro haga un poco de flexiones de brazos y abdominales. Hasta que terminé otro capítulo y me dije 'bueno, me voy, llegaré antes al ensayo'. Cerré el libro, le pagué al mozo (qué amable era, cómo no le pregunté el nombre) y me fui al baño a hacer pis, me senté en el inodoro, levanté la vista y me encontré con la publicidad que tantas veces había visto en el mismo baño, en el mismo café...: "sorprendemos al lector en lugares donde éste no espera un mensaje publicitario" y mi mente dió miles de vueltas y me sonreí... claro, estaba en el café de antes y recién me estaba dando cuenta.
El café.
El punto de encuentro.
Todo ese y este tiempo ametrallaron mi memoria en un segundo.
La secundaria, la samba de Cami, el pelo de Mise, los Parliament de la Pepa, los gatos de Vicky, su obsesión por los libros, la aparición de Martín, su fotofobia, los bailes de la More, la verborragia de Natacha, las reflexiones de Nahuel, los chistes de Paula y sus infinitas imitaciones, las ocurrencias de Pame, la cantidad de puchos en los ceniceros. Son gigantes.
Me puse a pensar en qué hubiese pasado sin nunca hubiésemos dejado de ir. Si la gorda y Vic no se hubiesen ido del Chaco, si Pame y Mar no se hubiesen desaparecido, si todos y cada uno de nosotros no hubiésemos cambiado tanto y, si ahora, estuviésemos ahí, discutiéndo por pavadas, o de política, música, películas o sobre la estupidez humana o riéndonos pero admirando a Carlitos que justo se aparece pidiéndo una moneda para su café y, consiguientemente, un cigarrillo... Y no se me ocurrió nada. No obtuve ninguna respuesta, más que un par (solo un par) de lágrimas.
Nada hubiese pasado. Absolutamente nada. Pero no obstante todos hubiésemos cambiado de la misma forma. De esta forma perpendicular el uno con el otro. Nada hubiese cambiado excepto las películas y los libros y la música y las discusiones.
Seríamos (y para nada) siempre los mismos.
Con los mismos mambos, alegrías, tazas de café, medidas de whisky, atados de puchos y sanguches psicodélicos.
Nada y todo es lo mismo.

Hoy estuve sola en el café, ninguno estuvo conmigo y sin embargo, todas sus voces me hablaron juntas.
Mise en Pampa, Cami en Córdoba, Vicky en España, Mar Pame y Pau no lo sé.
Todos lejos el uno del otro. Perpendiculares, alejados, distanciados, distintos. Y aún así, sin que ninguno de ustedes se entere, sentados en distintas sillas de la misma mesa, leyendo Kundera, escuchando folcklore y hablando gansadas.
Los tengo atravesados siempre, pero sobre todo hoy, anclados en el cerebro.
Y los amo, a todos, sentados en distintas sillas pero en una misma mesa del mismo café.
20:42. Estoy llegando tarde al ensayo. Los abrazo con todo lo que existió de nosotros y todo lo que, gracias a eso, existe en mi.


1 comentario:

Cami dijo...

No...nopuedo decir nada, solo quiero que sepas que lo lei, y llore...te amo.